La inseguridad como invención del poder destinada a aislar a la gente en su miedo, a hacerla más vulnerable...
La inseguridad como nuevo ritual, como nuevos hábitos determinantes de modos de vida aterrados (casas con super cierres, una y mil puertas que abrir antes de llegar a la propia, vigilantes y vigilancias por doquier...).
La inseguridad como amenaza difusa generadora de nuevas categorías de control, de nuevos conceptos que valen para todo, de blancos o negros sin escala de grises, como por ejemplo, la palabra terrorismo, esa que ahora vale para todo, tanto para el terrorismo sin más, como para cualquier tipo de disidencia o desacuerdo, pasando por el terrorismo doméstico.
La inseguridad como manipulación del miedo real que todos sentimos por causas objetivas (y cuándo el nuevo trabajo, y cómo pagar un alquiler, y qué si tengo problemas de salud...) por parte de intereses otros: los del mando neoliberal.
La inseguridad como abono de formas extremas de vigilancia que rozan cotas de gran hermano: los excesos de videovigilancia.
La inseguridad como justificación de guerras cuyos intereses latentes son económicos.
La inseguridad como inspiración de nuevas reestructuraciones urbanas que despejan las calles de vida y encierran a las gentes, en sus miedos, separadas, incomunicadas, sospechosas unas de otras.
La inseguridad como pregunta: ¿qué es lo que nos da miedo realmente y cuáles podrían ser, frente a los acontecimientos gubernamentales, otras posibles formas de desvestirnos de esos pánicos?